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Su corazoncito

Estoy mirando el techo y pensando en la felicidad, o mejor dicho, solo sintiéndola, disfrutando. Muchos la persiguen y se vuelven locos en esa búsqueda. Yo, en cambio, sé que soy feliz hoy, ahora, en este momento y sé que es esquiva, así que solo me quedo mirando el techo y trato de no mover un músculo, para que el sentimiento dure lo más posible. Extrañamente, esta sensación comenzó de una manera muy diferente en la mañana, cuando ella me gritó desde el baño. Estaba furiosa. Había usado el espejo para ver su pequeño tatuaje en la nuca y no lo había encontrado. En el lugar del diminuto corazoncito negro, casi siempre cubierto por su maravilloso cabello, se notaba apenas una leve coloración borrosa de la piel, un poco más oscura en ese lugar. Se había hecho ese tatuaje dos años atrás y decía que aunque no se viera, la hacía sentir sexy. Para mi, en cambio, que ya sabía que ella era sexy de nacimiento, el corazoncito se había convertido en algo a lo quería volver todas las noches. Era mi lugar, mi paraíso, mi fetiche, un pequeño sitio escondido en el mundo, un lugar al que sólo yo tenía acceso, y que besaba todas las noches mientras disfrutaba del aroma de su cabello. Ella se quejaba porque le hacía cosquillas con mis labios... y con mis manos, y no entendía tampoco cómo una persona pudiera tener tantas manos. Así el tatuaje fue desapareciendo. Aunque parezca increíble, lo borré con mis labios, con mis besos. Nunca había escuchado algo parecido, todos sabemos que los tatuajes no se borran. Era extraño, tal vez se debió a que la tinta del tatuaje era de baja calidad, o a que fue un tatuaje muy superficial, no sé. Pero al menos decirle eso me sirvió de excusa para calmarla un poco y que pudiera salir a trabajar más tranquila. El día fue terrible para mí, no pude concentrarme, esperaba la tarde y su regreso. Cuando ella llegó, no dijo nada, se cambió, dio unas vueltas por la casa, entró a la cocina y retomó su diaria lucha con la cafetera expresso, a la que todavía no le encontraba la vuelta. Me paré detrás y, sin dejar que se escape, haciendo una valla a su alrededor con mis brazos, le preparé su mocachino bien caliente, como le gusta. Tomó un sorbito y me preguntó sin voltearse, aún entre mis brazos: - ¿Porqué besabas mi tatuaje, si ya no estaba? - Porque nunca podría dejar de hacerlo, aunque quisiera.- le respondí al oído. Aparté su cabello y, en el mismo lugar de siempre, descubrí un nuevo corazoncito, tatuado hacía minutos. Comencé a borrarlo suavemente con mis labios de inmediato.
                                                    J.B.

(Este cuento fue nomoinado Finalista del XIX Certamen Internacional - Amor, Humor, Ficción - Buenos Aires, Argentina - 2016)

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